Las dos caras de la moneda de algunas emociones

Pienso en las cuatro emociones básicas: la rabia, tristeza, miedo y alegría
Empiezo por un lado de la moneda de cada emoción y en cuáles cargan con un estigma que casi llega a la prohibición de experimentarlas (no nos permitimos sentirlas o no nos permiten sentirlas):
1. La rabia: qué mejor ejemplo el concepto de “autocontrol” para ilustrar que se le percibe como algo que arrasa y daña y que, en consecuencia, hay que tenerla muy a raya o no permitirse sentirla porque se le asocia a descontrol, agresión e impulsividad.
2. La tristeza: evitamos vivenciarla, rápidamente tratamos de sacar a alguien de esta emoción y si no lo logramos pareciera que nos inunda una sensación de frustración e impotencia. No se permite sentirla porque se asocia a una especie de hundimiento, de caer en un hoyo profundo del cual es difícil salir.
3. El miedo: casi inconcebible de vivenciar porque los mensajes omnipotentes de esta sociedad, apuntan a que todo se puede, que nada nos debe detener o vencer, que sólo l@s cobardes temen. No se permite sentirla porque el miedo es sinónimo de loser, fracaso o derrota. Por eso, si la siento, mejor no mostrarla, mejor esconderla.
4. La alegría: goza de muy buena reputación, es desmesuradamente deseada, se busca sentirla, aunque muchas veces sea artificialmente y su vivencia sea muy breve. En el mundo de la deseabilidad social, la alegría es un trampolín a la visibilidad o popularidad o al logro de desafíos.
Pienso ahora en el otro lado de la moneda de las emociones nombradas, ese lado no muy reconocido que, al no permitirnos vivenciarlas nos perdemos de revisar y descubrir.
1. La rabia: nos ayuda a poner límites, tiene que ver mucho con la autoimagen o autoestima, con el sentido de pertenencia (con lo que es mío y es tuyo). Nos permite luchar por lo que creemos es justo, enfrentar lo que consideramos obstáculos.
2. Miedo: nos lleva a defendernos, a identificar el peligro y actuar para sobrevivir. Es como un radar que nos permite alejarnos de aquello que consideramos una amenaza a nuestra estabilidad.
3. La tristeza: cuando algo se quiebra o rompe en nosotros (la pérdida de un ser querido, un problema de amor) es la tristeza quien hace las veces de pegamento de aquellos fragmentos. Nos permite mirarnos y centrarnos en nosotros mismos para volver a integrarnos.
4. La alegría: nos puede llevar a una superficialidad y desconexión con nosotros mismos, porque a diferencia de la tristeza, la alegría es demasiado hacia afuera, demasiado externa.
Si me quedo solo con un lado de la moneda o con un lado de una emoción mis experiencias en el trabajo, al interior de mi familia, mis relaciones con los que quiero o también con los que no estimo, se truncan, perdiendo fluidez y sensación de control.